Al día de hoy, el resultado de las investigaciones avergüenza políticamente al Perú: todos sus expresidentes escogidos por voto popular están fuertemente cuestionados por corrupción: uno condenado, otro con prisión preliminar, el siguiente prófugo, un penúltimo con comparecencia y finalmente, aquel que ocupó diez años en la historia presidencial, muerto. 

Se trata de Alberto Fujimori, Pedro Pablo Kuczynski, Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Alan García, respectivamente; todos ellos, azotados por olas de corrupción que parece ser hereditaria.

Revisemos sus historias, no con la intención de calcular quien fue "mejor" en cuanto a gestión, sino, quiénes realmente fueron. La historia los juzgará.

alberto fujimori - cambio 90, perú 2000 (1990-2000)



A sus 52 años, el ingeniero agrónomo egresado de la Universidad Agraria La Molina, en la cual se desempeñaba como Rector, decidió aventarse a la malla política peruana.

Con nada de experiencia política, el ingeniero, que juraba que su único sueldo provenía de la docencia, decide formar un partido con la ayuda de un grueso de amigos que conoció en ‘La Agraria’. Es así como formula el partido político “Cambio 90”, partido que posteriormente lo llevará a la presidencia.

Con el apoyo de un singular número de evangélicos, vendedores sindicalizados informalmente, y representantes de las medianas y pequeñas empresas, el germen fujimorista había nacido. Alberto Fujimori abandonaba el 5% para dejarse conocer por el grueso de electores. Había nacido el germen fujimorista.

Bajo el lema “Honradez, tecnología y trabajo”, el partido fujimorista estaba decidido a diferenciarse de los demás. Autodenominado de centro, formulaba discursos contra el calamitoso gobierno aprista de izquierda y contra los contendientes liberales de derechas, encabezados por Fredemo, con el literato Vargas Llosa al timón. Un desgastado tractor acompañaba a Fujimori en sus campañas. Este elemento particular, le sirvió para encajar en los corazones despolitizados que exigían nuevos políticos en la época. Esta era su manera de hacer política.

Inmediatamente Fujimori creció, y bajo el popular apodo de “el Chino”, el ingeniero obtiene la presidencia con un aplastante 62,5%. El partido centrista, Cambio 90, era gobierno.

Sin embargo, la primavera demócrata centrista duró poco. Dos años después, el 5 de abril de 1992, Fujimori, bajo la excusa de un Congreso obstruccionista, decide acabar con la oposición dándole un golpe de estado a su propio gobierno. Disuelve el Congreso y el Poder Judicial. El fujimorato había empezado.

El plan de Fujimori no solo era el de la toma del poder, sino, cambiar el rumbo de la historia peruana. Para ello, formuló una asamblea constituyente a la cual denominó “Congreso Constituyente Democrática”, la cual se encargaría de formular la nueva constitución.

La mesa directiva se componía por el círculo más cercano a Fujimori, actuando como presidente del CCD el entonces desconocido Jaime Yoshiyama Tanaka, el posteriormente polémico Carlos Guillermo Juan Torres y Torres Lara, y finalmente el ahora presidente del Banco Central de Reserva, Rafael Rey Rey.

De Yoshiyama Tanaka sabemos que hoy cumple prisión preventiva por acusaciones de lavado de dinero con la empresa Odebrecht de Torres y Torres Lara, sus herederos han sido señalados por corromper al Estado, y sobre Rey Rey, en el 2013 la procuraduría lo denunció por colusión junto al ex ministro de Salud del gobierno aprista, Hernán Garrido Lecca.

La mesa directiva designó una Comisión Constitucional que se encargara de redactar la Constitución, para ello, se reunieron 11 allegados al gobierno y figuras que gozaban de aceptación en aquel momento. 

De estos, podemos decir que Victor Joy Way fue denunciado por la Procuraduría por el presunto delito de peculado en el 2016 al recibir dinero de Vladimiro Montesinos en el SIN; la misma suerte corrió Enrique Chirinos Soto. Por su parte, Lourdes Flores Nano ha sido sindicada como miembro de la Alianza Popular, coalición partidaria que llevó a Alan García a candidatear a la presidencia en el 2016, y que habría recibido dinero en coimas de la constructora Odebrecht.

Pero en aquella época estos datos no se sabían, quienes integraban la Comisión gozaban de la aceptación suficiente como para que una posible aceptación de la constitución redactada sea aceptada por la población.

De este modo, el 31 de octubre de 1993, las televisoras interrumpían su programación para dar el FLASH electoral: con 55,3% el Perú tenía una nueva constitución, la “Constitución Política de 1993”. Esta nueva constitución, introducía nuevos términos como la “Economía Social de Mercado”, la cual prometía ser la solución centrista ante los extremos económico-ideológicos.


Durante la época, corrían rumores que las empresas encuestadoras adulteraban los resultados para formar una falsa tendencia. Tal es así, que en el 2011 la Fiscalía pidió ocho años de prisión para Manuel Torrado y Manuel Saavedra, dueños de Datum y CPI, respectivamente, luego que el fiscal Óscar Zevallos Palomino concluyó que los empresarios recibieron dinero de Fujimori y Montesinos para favorecer su tercera elección presidencial en el 2000.

"CAMBIO 95"

Culminado el shock, los “Diarios Chicha” se encargaron de elevar la reputación de Fujimori, quitándole de encima todo sesgo ideológico y posicionándolo en una especie de pseudo-ideología a favor del pueblo: “el fujimorismo”. Esta apostaba con diferenciarse de la izquierda y la derecha, según sus voceros, era la que la población esperaba y a la que siempre debía votar. 

Pero Cambio 90 necesitaba apoyo político, algún elemento que refrescara su posición. Es así cómo, con la excongresista Marta Chavez a la cabeza, un partido desconocido sale a la contienda política: Nueva Mayoría.

“Nueva Mayoría” era un partido abiertamente conservador y liberal, pero con su apego a “Cambio 90”, borró el estigma derechizador que tenían los conservadores y liberales; ahora era centrista.

Le fue tan bien a la coalición “Cambio 90 – Nueva Mayoría”, que se animó a postular nuevamente a Alberto Fujimori. Esta vez, con un envidiable 64,4%, la coalición centrista logró derrotar al quinto secretario de las Naciones Unidas, Javier Pérez de Cuéllar. El abogado resultó ser demasiado formal para un pueblo acostumbrado a recibir las popularidades de su todavía presidente. La caída de Sendero Luminoso, el restablecimiento económico y el término del conflicto con el Ecuador habían impactado en la población. Era una deuda que, creían, debían pagar. La derrota fue inminente.

Luego que se colocara la banda por segunda vez, la popularidad de Fujimori y su partido empezaron a desbordarse, y al desbordarse, se cayó. La presencia de Vladimiro Montesinos era cada vez más mediática, se había formado un mito en torno al asesor presidencial de Fujimori.

Las medidas neoliberales del exmandatario empezaban a generar molestia en la población. Las denuncias por desapariciones empezaron a alarmar a la población. El fujimorato estaba en crisis.

El discurso centrista era puramente populista. Cambio 90 y Nueva Mayoría no supieron responder ante las acusaciones de corrupción. La coalición recaía en Fujimori y Montesinos, el gobierno se había tornado siniestro.

Bastaron 5 años de gobierno para que Cambio 90 desapareciera de la contienda. Urgía otro nombre, otra salida. Entonces, aparece Perú 2000.

PERÚ 2000


fUENTE: tODOCOLECCIÓN

El nuevo partido fujimorista apostaba por la tercera elección presidencial de Fujimori. A pesar de la ilegalidad, el gobierno logró injerir en la Oficina de Nacional de Procesos Electorales, creado por el régimen, para lograr la inscripción.

Perú 2000 se conformaba por Cambio 90, Nueva Mayoría, Siempre Unidos y Vamos Vecino. De este, solo “Siempre Unidos” tendía para un ‘centro-izquierda’; los demás, por sus propias políticas económicas, habían quedado al desnudo como partidos de derechas y extrema derecha.

Durante la campaña, Perú 2000 se mantuvo debilitado, alentado solamente por los diarios afines al gobierno. Ni el discurso centrista le sirvió para aumentar su popularidad. Se avecinaba una posible derrota del partido.

Sin embargo, ganó.

Con un fantástico 74,3%, Perú 2000 llevó a la presidencia en segunda vuelta a Alberto Fujimori. A este punto, el fin de la coalición se podía observar sin necesidad de levantar el rostro.

Un video de Vladimiro Montesinos dándole dinero a Alex Kouri para su campaña, sería el detonante para que el gobierno cayera y el partido quede en el olvido… al menos por un par de años. 

Para el 2001 el fujimorismo cayó y, con ellos, sus partidos. El primer y el segundo vicepresidente renunciaron ante los escándalos de corrupción. El problema fue tan abrumador que no había forma de calcular cuánto se había robado, así que se formó la Comisión de la Verdad y de Reconciliación, formado por el primer contendiente de Fujimori: Mario Vargas Llosa. 

ALEJANDRO TOLEDO - "PERÚ POSIBLE" (2001-2006)


En un Perú devastado por la corrupción y avergonzado por una simpatía política hacia su exdictador, el partido de Alejandro Toledo Manrique, “Perú Posible”.

Durante la campaña, Perú Posible usó recursos del régimen anterior para poder ganar. Si antes había un “chino”, ahora hay un “cholo”. Además, reusó la frases “honradez y trabajo”, con el fin de obtener votos fujimoristas y no-fujimoristas. Tal es así, que en sus avisos políticos, Perú Posible preparó para Toledo un discurso reconciliación con el gobierno fujimorista. Además, debido a la cantidad de despidos que produjo la nueva política neoliberal, Perú Posible apuntó al discurso de “más trabajo”.

De ese modo, el partido logró posicionarse entre los favoritos de los candidatos post-fujimorismo, diferenciándose de sus posiciones y ubicándose en el “centro” de la contienda. En ninguna de sus propagandas mostraba algún sesgo ideológico, más bien, mantenía un discurso vacío de amistad y solidaridad. No había forma de diferenciarlo, se había ubicado en patío del descanso polítco: el centro.



Y el discurso le resultó favorable. Ganó las elecciones del 2001.

Sin embargo, el partido no duró. En el 2006, la jueza Carolina Lizárraga abrió un proceso penal a Alejandro Toledo por haber sido parte de la organización que falsificó firmas en 1998 para que Perú Posible lograra su inscripción. Se le atribuía la dirección de todo el proceso, sin embargo, nunca se logró investigar. 

Por otro lado, en el 2011, el aprista Javier Velásquez Quesquén denunció que Alejandro Toledo usó dinero del Estado para comprar vinos y whiskys caros. Estos ascendían a cerca de S/. 541 mil soles. El entonces congresista de la República mostró cientos de facturas que corroboraban la compra de estas bebidas. Ni Perú Posible ni Alejandro Toledo supieron responder.

También, se le acusó al gobierno por tráfico de influencias. Su entonces asesor César Almeyda había sido beneficiado mediante puestos laborales en el Consejo Nacional de Inteligencia, presidencia de Indecopi y Preinversión. El caso fue archivado.

Luego, el caso Ecoteva y los sobornos terminaron por desterrar la poca popularidad de la cual gozaba Alejandro Toledo. Rosana Villar Ramírez, Fiscal a cargo del caso, denunció que la empresa brasileña “Camargo Correa”, pagó coimas a través de Ecoteva, empresa de Toledo, para ganar una licitación para la construcción del tramo IV de la Interoceánica. Su asesor Joseff Maiman, declaró que sí hubieron pagos por coimas, pero desmintió que la empresa haya sido construída para tal fin.

Pero no sería la primera vez que Toledo haya recibido dinero por sobornos. Luego de su mandato, y una vez el escándalo Oderecht llegó al Perú, Jorge Barata, representante de la constructora en Perú, declaró que se le había pagado a Alejandro Toledo la suma de 20 millones de dólares para obtener la licitación de la construcción del Tramo II y III de la Interoceánica Sur a través de Conirsa. Ante ello, el tristemente célebre “cholo sano y sagrado”, huyó del país hacia Estados Unidos.

De esta manera, el fin de Perú Posible en la presidencia había llegado a su fin. Era insostenible y las políticas aplicadas en la misma línea de la Constitución fujimorista, caricaturizaban al partido como un intento de derecha ‘tibia’. La careta de centro se cayó.

ALAN GARCÍA- "partido aprista peruano" (2006-2011)



De tanto escándalo por corrupción, el electorado peruano había sufrido algún tipo de shock mental. 

Luego de la prescripción de sus delitos, Alan García Pérez retornó al Perú en el 2001 para jugar a la contienda política contra los “nuevos rostros” democráticos. Alegaba haber sido perseguido por el régimen fujimorista, aunque nunca se pronunció contra este. A pesar de ello, no lo eligieron.

Sin embargo, luego de su calamitoso primer gobierno, García se preparaba para un segundo gobierno en el 2006. Si el Apra era una izquierda antiimperialista en su primer gobierno, el Partido Aprista Peruano había sabido reformular su ideario y apostar por una posición más liberal. Ahora, el ‘PAP’ se denominaba “de centro”. Si antes quería estatizar la banca, ahora prometía fomentarlas.

Su discurso igualaba al de los demás. Vacíos, que quieren caer bien a todos. Pero lo particular es que esta vez los viejos intelectuales ya no importaban, ahora eran los jóvenes a quien García quería conquistar.

El partido de Haya de la Torre se transformó en uno tradicional, sacando spots que nada de filosofía política hablaban. Como contendiente tenía a Ollanta Humala, un militar que se había sublevado durante la época de Fujimori para que este abandonara el poder. Sin embargo, este Humala era muy conformacional, situación que el aprismo usó en su contra. Mensajes como “no queremos una segunda Venezuela” se escuchaban todos los días en los medios de comunicación. Incluso, un spot de campaña aprista resaltó su discrepancia con el gobierno chavista, y atribuyó esta al posible gobierno de Humala.

Con el discurso centrista y casi único candidato posible a vencer a Humala, logró un 62,6% que lo llevó al poder.

Pero esta nueva careta de García y del Partido Aprista Peruano tendría muy poco adhesivo. En corto tiempo, el gobierno empezó a decaer. 

Sobre él pesaban sus delitos prescritos, delitos a los cuales se negaba afrontar y repetía que la prescripción suponía el vencimiento del plazo para investigar, así que se declaraba inocente. Sus delitos prescritos iban desde cohecho pasivo, pasando por enriquecimiento ilícito, colución ilegal y negocaición incompatible. 

A esto se le sumaron los casos de “Los petroaudios”, que causaron la saida del primer ministro aprista Jorge del Castillo. El caso estalló cuando un programa periodístico difundió audios de una conversación telefónica entre Alberto Químper (entonces funcionario de Perú Petro) y Rómulo León, exministro aprista, para otorgarle la licitación a Discover Petroleum. Posteriormente, en medio de críticas, el caso fue archivado.

Sin embargo, el caso que más daño causó al Perú (y colateralmente al Partido Aprista Peruano), fue el de los “narco indultos”. Miguel Facundo Chinguel, extitular de las gracias presidenciales durante el gobierno del PAP, fue acusado de cobrar coimas para otorgar indultos a cuestionados por narcotráfico. Alrededor de 5 mil doscientos indultos se habrían otorgado durante el segundo gobierno apristas, todos firmados por Alan García. El problema afectó al partido cuando se descubrió que cerca del 50% de los integrantes de la comisión eran militantes del Apra. ¿Y Alan? Pues García fue quien promovió que se le reduzca más las penas cuando la comisión de Facundo Chinguel ya las había aconsejado.

OLLANTA HUMALA - "GANA PERÚ" (2011-2016)


Se iba Alan García en medio de escándalos por corrupción y tomaba protagonismo su contendiente político del 2006. Esta vez, el militar cambió el polo rojo por el polo blanco.

El cambio era notorio. Ahora aparecía junto a una carismática Nadie Heredia. Ya no confrontaba a la grande empresa, ya no confrontaba a los monopolios ni a las mineras. Distaba del gobierno chavista. El discurso vacío se apoderó del Partido Nacionalista Peruano. El cambio fue tanto que en una entrevista con la BBC el candidato afirmo no ser ni de izquierdas, ni de derechas, sino centrista. “Centro-izquierda”, respondió. El cambio tampoco sería obvio.

Es así cómo empezó a tejer en su capaña política una vista más liberal de la política, con promesas populistas y a la vez simpáticas para el empresariado. Tenía bajo el brazo una promesa de “Gran Transformación”, que días antes de las elecciones, tiró al tacho firmando una carta en la que se comprometía a no cumplir con muchas de sus propuestas. 

Contrario a lo que se puede pensar, con un electorado tan incierto, Ollanta Humala obtuvo la presidencia con un 51,4%, frente a la hija de Alberto Fujimori, Keiko Fujimori, quien se había aliado con un exministro de Economía del gobierno toledista, Pedro Pablo Kuczynski.

"Gana Perú", partido político conformado por alianzas de partidos regionales, llegó a ser gobierno con el áspero sabor de la última carta firmada por Humala. 

La gestión empezó mal. Incumplida la promesa del “gas a 12 soles”, el electorado que había depositado su confianza se sentía decepcionado. Sin embargo, su alianza con sectores conservadores de derechas, habían tatuado la traición en los corazones de una gran cantidad de izquierdistas que le dieron su voto. El gobierno de Humala perdería popularidad.

Su carismática esposa había tomado tanto protagonismo durante su gestión que el ojo público comenzó a cuestionarla. De ese modo, salieron las primeras imputaciones de presunto lavado de dinero durante su campaña. Es entonces cuando la Fiscalía abre un proceso penal contra Heredia y Humala, sindicándolos como receptores de sobornos a cambio de dinero para sus campañas. Entre las empresas corruptoras, se encontraba Odebrecht. Sería la tercera vez que el nombre de esta empresa aparecería entre las acusaciones por sobornos a los mandatarios. El escándalo estalló al descubrirse agendas donde Heredia apuntaba los gastos que se hacían y recibían en la campaña; pese a que al principio las negó, terminó por aceptarlas.

Ello le costó algunos semanas de prisión preventiva junto a su esposo.

Luego, el espionaje por parte de la Dirección Nacional de Inteligencia a políticos, periodistas y empresarios, provocó la salida de su premier Ana Jara, quien terminó responsabilizando a Ollanta Humala por dichos ilícitos.

También se recuerdan casos como el de Martín Belaúnde Lossio y el tráfico de influencias, el caso del exasesor de Vladimiro Montesinos, Oscar López Meneses, por recibir seguridad irregular con recursos del Estado, y el de los patrulleros bamba.

Los escándalos debilitaron tanto a Humala-Heredia como a Vamos Perú, del cual eran fundadores.

Muchos militantes de Vamos Perú retiraron su apoyo, otros renunciaron, y algunos se atrevieron a denunciar a la cúpula partidaria. El resto es historia: el hoy Partido Nacionalista Peruano yace entre las ojas caídas de la política, no tiene fuerza ni para elaborar un discurso. Ni de derecha ni de izquierda, de abajo.