Claudia Palacios, publicó el miércoles pasado “Paren de parir”, columna en la que ofrecería su opinión respecto a la tasa de natalidad venezolana. Sin embargo, lejos de un análisis periodístico, dejó correctamente redactada su posición xenófoba contra el migrante.

Palacios tiene un prejuicio sobre los migrantes, anticipa que todos y cada uno de ellos que ve caminar por la calle -seguramente a través de las lunas polarizadas de su vehículo- tienen un “futuro incierto”, luego, que viven con un “presente de mera supervivencia”. En resumen, los ha tildado como “muertos de hambre”. 

No le indigna que una niña de 13 años haya salido embarazada, sino, piensa que su embarazo atenta contra el orden normal de las cosas, contra las políticas de su país. Se apoya en cifras que, en su reducido análisis, imagina que le dan la razón.

Pero entre porcentajes, la presentadora sentencia su marcado rechazo al migrante: “muchos (migrantes) creen que en Colombia es como en su país”, dice tras alarmarse porque los índices de atención médica al migrante se han elevado. Quizá ignore la gigantesca migración.

“Mientras los colombianos se van a vivir juntos y compran un perro, los venezolanos nos juntamos o casamos para tener hijos porque por cada hijo recibimos plata”, explica una migrante. Claro, son los incentivos perversos de las famosas Misiones de los gobiernos Chávez-Maduro, como Madres al Barrio, que daba dinero a madres cabeza de hogar y a madres solteras, lo que incluso generó un cambio demográfico en Venezuela, pues aumentó la tasa de natalidad entre las adolescentes.

Para Palacios, una explicación del por qué las venezolanas van a su país a ‘parir’, es equiparar la existencia de un niño a la de un perro. Además, considera perverso que en Venezuela “las madres cabeza de hogar y las madres solteras” reciban un incentivo. Y como en relatos de ciencia ficción, termina resolviendo que este fue el detonante para que más adolescentes se embaracen. “¡Qué vivas!”, debe pensar.

Sin embargo, no conforme con su descabellada interpretación de la estadística, señala que cada venezolano que se atreva a pisar su país, primero debe dejar de reproducirse. Solo así serán “bien recibidos”, dice. 

Pero un desfile de ideas trasnochadas no puede terminar sin una torpe contradicción. Insta a sus lectores a sumarse a iniciativas dedicadas al apoyo de mujeres a las que en todo su texto describió como promiscuas. Unos caracteres más y señala que deberían leer su columna para darse cuenta del terrible daño que le hacen a Colombia. 

"Algunos dirán que esto va a incentivar la llegada de más migrantes a reproducirse en Colombia, pero me aseguran que no será así porque cuando la gente emigra lo hace para no morirse de hambre".

Además, la periodista ha estimado que -para su tranquilidad- las venezolanas irán a su país para evitar "morirse de hambre", y no para reproducirse.

Probablemente luego de enviar su texto fue a darle un gran beso a su hijo, a sus tres hermanos y a sus tres sobrinos, dando gracias de no haber nacido migrante. 

Solo queda recomendarle a Claudia Palacios que revise más archivo sobre lo terrible que es aplicar controles de natalidad en un Estado de facto como el que dice criticar. También recomendarle que deje ese falso discurso de “empoderamiento de la mujer” que pregona en su cuenta de Twitter, o que se haga caso en el tweet que tiene fijado.